10 jul 2012

“Dar la luz”, breve y bueno

Joaquín Román junto a una de sus obras
Baltasar Gracián acuñó la frase de “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. No por repetida deja de tener sentido. Es lo primero que me vino a la mente tras visitar en la Casa de la MIAO la sorprendente exposición titulada “Dar la luz”, por el poco tiempo que se ha podido disfrutar al estar abierta al público únicamente durante cuatro días y de diez a doce de la noche.

Teo Serna -uno de los artistas que ha participado en “Dar la luz” junto al también manzanareño Jesús Mozos y los membrillatos Carmen Regatero y Joaquín Román- me anunció antes de la inauguración que esta muestra era algo que nunca se había visto y que sorprendería al visitante. Viniendo de Teo y de su capacidad de innovar y sorprender en la pintura, la literatura y en algunas presentaciones de sus libros, sabía que no era un farol. Tampoco es propio de él.

La exposición se ha podido ver los días 29 y 30 de junio, y 6 y 7 de julio. Aguardé al último día. Cosas que pasan. Pero mereció la pena. La MIAO ha convertido lo que fue un conocido “multibar” de la calle Manifiesto en un lugar para la cultura y el arte independiente, para el debate, para la reflexión, para la reunión, e incluso para la educación, como hace con los cursos de inglés que ha puesto en marcha este verano.

La exposición “Dar la Luz” se ubicó en la galería de la primera planta. Nada más iniciar la subida nos encontramos con una luz que se enciende y se apaga sobre un cuadro con la inscripción “corazón”, que cuando queda a oscuras deja leer “razón” en letras fluorescentes.

Y una vez arriba, bajo la penumbra que requiere la muestra, se vislumbra una sucesión de obras que no dejan indiferente al visitante. El arte tiene esa capacidad. Encontramos creaciones plásticas que nos llevan por un sorprendente recorrido de luces y sombras capaz de enseñarnos el corazón de un cuadro o el grito de auxilio de un animal, en definitiva, una muestra cargada de conceptismo y paremias, curiosamente, como la obra literaria de Gracián.

Que no se apague la luz.


Juanjo Díaz-Portales


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