Opinión
Jerónimo Calero
Todo movimiento o acción, tiene su efecto contrario o distinto a la causa que, en principio, lo originó: lo que sube, baja; lo que acerca, aleja; lo que se infla puede estallar; lo que calienta quema; la claridad provoca daños oculares; la confianza, mata; el exceso, daña. Y así, podríamos seguir agregando los ejemplos que a cada uno se le ocurran. Dependerá del método y de las circunstancias: (intensidad, intención, pretensión, dosis a aplicar, etc.), que el efecto conseguido sea el que nosotros queremos y no el que dé al traste con nuestros propósitos.
Por sentido común (que no es ninguno de los sentidos que el cuerpo posee, pero que tal vez sea el mejor de los sentidos), deberían darse cuenta nuestros gobernantes de que las medidas que se aplican por decreto, o haciendo tabla rasa con lo establecido o con lo que hasta el momento del cambio, era norma, no son siempre las más idóneas, o no repercuten de igual manera en todo el mundo: El matrimonio homosexual, o la ley del aborto, por ejemplo, o la eutanasia si llegara a legalizarse alguna vez (a cosas peores se les da cabida en la legislación), son medidas que, en su día, y siempre, por causas morales, tendrán detractores, pero se consideraron necesarias (también por causas morales), para un sector de población que precisaba de ellas, aunque quienes no opinaban así, las pudieran tachar de inmorales o improcedentes.
¿Son buenas?, ¿son malas? Son medidas simplemente. Que, por la teoría que aplicábamos en nuestra introducción, tendrán sus inconvenientes, pero que en nada atentan contra quienes no quieran ponerlas en práctica y facilitan la situación legal de quienes se acogen a ellas. Otra cosa sería la interpretación moral, o de doble moral, o incluso hipócrita, con la que pudieran entenderse determinadas leyes. Pero creo que una de las premisas del legislador, si de verdad quiere establecer las leyes desde el rigor y la justicia, debe ser la de legislar para todos (los que los votan y los que no los votan) de acuerdo con los tiempos en que se vive.
Creo que el legislador no cumple su misión si a la hora de legislar, sólo piensa en sus votantes o en los que tienen su misma ideología, porque en democracia, o mejor dicho, la democracia, es intentar que la soberanía popular, representada en el parlamento por los distintos partidos políticos elegidos mediante sufragio, no se sienta marginada, excluida, desprotegida, o ignorada por quienes tienen la obligación moral, social y política de representarla y protegerla Nadie como digo está obligado a abortar, pongo por ejemplo, o a poner en práctica medidas que no le satisfagan, por mucho que las leyes faciliten la labor a quien lo considere vital, o simplemente necesario. La vida es sagrada, por supuesto. Pero siempre. No se puede considerar sagrada la vida del no nato, que lo es, aunque algunas circunstancias -a las que aquí no nos vamos a referir por estar ya valoradas-, consideren inviable el nacimiento, y mandar a los jóvenes a morir o a matar en aras de unos intereses patrios. O empujar a la gente al suicidio porque su situación económica es insostenible. O dejar que la hambruna mate a miles de niños en países subdesarrollados. ¿Demagogia? Es posible. ¿Pero qué no es demagogia?
La convivencia es un ejerció de educación, de inteligencia, de tolerancia. ¿Cómo podrían convivir si no, creyentes y no creyentes; conservadores y progresistas, blancos y negros, altos y bajos, listos y menos listos, aficionados a los toros y detractores…? Todos debemos ceder un punto en nuestros criterios en aras del bienestar común. Ya sé que es difícil; que si después de tantos siglos no se ha conseguido una convivencia pacífica entre todos los seres que habitamos este planeta será porque no es fácil. Pero esa es la tarea del hombre actual, en un mundo complejo en el que los criterios están fundamentados en nuestro personal entendimiento por encima de credos y consignas: conseguir que la vida pueda desarrollarse armónicamente en función a lo que cada cual decida dentro de un marco de posibilidades establecidas por ley.
Corto aquí. Sé que es un artículo correoso y polémico (sobre todo, por la materia que trata y por la radicalidad con la que se suelen afrontar estas cuestiones). Y que me atrevo a opinar de algo sobre lo que es difícil sentar bases. Pero qué quieren. Si estas meditaciones no se las cuento a ustedes ¿a quién se las cuento? Consideren que estamos en una apacible tertulia y que la conversación es larga…
Correoso dicesss...?Bueno,vale,vamos a dejarlo en eso, en meditaciones porque lo de los sentidos no lo mejora ni Descartes.
ResponderEliminarEs decir:todo cuerpo sumergido en un liquido experimenta...¿O no?
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ResponderEliminarSí señor mu bien dicho hay sacando pecho y toooo
ResponderEliminarAsí es, está bastante claro. Mentes "liberales" (en el mejor sentido) es lo que se necesita en este mundo y dejarse de hipocresías. ¿Qué es demagogia?... Más demagogia son otras cosas peores. Pero lo que es realidad es que la defensa de la vida no es sólo la defensa a nacer, sino a facilitar para todos una "vida con dignidad", cosa que muchos confunden: "parece" que defiende el derecho a nacer, pero no les importa que luego estos seres humanos lleven una vida inhumana, indigna y plena de calamidades, y además quieren que sean dóciles, que no se muestren inhumanos ni indignos y que sepan llevar su sufrimiento con "resignación".... ¡Qué te parece!
ResponderEliminarSí señor mu bien dicho hay sacando pecho y toooo
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