¿Hay respuesta?

Opinión

Jerónimo Calero

¿Cuánto gana usted, Sr. Rajoy?, se atrevió a preguntar la viuda que cobraba una pensión con complementos a mínimo, en uno de aquellos  programas, llamado: TENGO UNA PREGUNTA PARA USTED

-Bastante más que usted-, contestó el Sr. Rajoy con la sinceridad propia de quien comprendía que el agravio comparativo era evidente.

Hoy, en una exposición más bien corta, el Sr. Rajoy ha defendido sus teorías económicas, la necesidad de las mismas y las ventajas que a medio plazo tendrán para el empleo. Tras pedir disculpas a funcionarios, parados, desahuciados y todos aquellos que están soportando el sacrificio, “necesario para salir de la situación en la que nos hemos encontrado el país”, sólo le ha faltado flagelarse. Es probable que, de haber podido, la viuda de marras le hubiera hecho la misma pregunta que le hizo cuando era líder de la oposición y tenía teorías totalmente encontradas a las que, según su mejor entender,  ha tenido que poner en práctica.

Pero si hay una evidencia de que la crisis no nos afecta a todos por igual, es la de los sueldos de los políticos, que por mucho que se los bajen en un alarde solidario, seguirán siendo muy altos y seguirán sonrojando a quien preguntado a bocajarro, no tendrá preparada respuesta alguna. 

Pero empezaremos a remontar a mediados del año que viene (creo que han contratado a Nostradamus para la profecía), y se irán subsanando diferencias tan descomunales como las que ahora se dan. Accederemos a un empleo estable y de calidad y volveremos a ser uno de los países situados en los primeros puestos del ranking económico mundial (antes éramos el décimo), ahora avanzaremos algunos puestos.

Si, naturalmente que hay ironía en mi comentario. No hay más que ver con qué aceleración se está desmembrando el talabarte económico con el que hasta ahora se sustentaban los ingresos de las arcas del tesoro, para comprender que por encima de las teorías están los resultados prácticos. Y éstos, son poco esperanzadores.

Nos siguen anunciando subidas de la luz -pero menos de lo que debiera subir, es decir subirá más en los próximos meses-, del combustible, de los transportes, y nos siguen queriendo convencer de que las medidas son necesarias. Es probable que el adjetivo “hipócritas”, no llegue a definir a quienes así actúan. Habría adjetivos mucho más acordes pero me da reparo exponerlos con tanta crudeza.

Mientras tanto, con un 3,48% menos que el presupuesto del 2012, y con un superávit de ochocientos mil euros, fruto de ahorros y de buena gestión, nuestro ayuntamiento aprueba el presupuesto para el 2013; presupuesto que asciende a más de trece millones de euros, unos dos mil trescientos millones de las antiguas pesetas, del que aún no se puede decidir si habrá partida para empleo. Lo que sí está decidido es que los sueldos de quienes rigen  nuestros destinos seguirán manteniéndose. Faltaría más.

Ironía, sí. Y tristeza. Y desencanto. Paseen por nuestras calles y vean los carteles de “Liquidación de existencias”. Pregunten a quienes no liquidan pero no lo descartan para futuros ejercicios. Observen el movimiento ciudadano y díganme si hay motivos para otro talante.

Y nos hablan de que, a pesar de la privatización, la sanidad seguirá siendo pública y gratuita. ¿De dónde sacan lo de gratuita? Que yo sepa tanto la empresa  como los trabajadores cotizan por estos servicios. Como lo hacen por la jubilación. Si privatizan la sanidad, si congelan las pensiones, ¿van a rebajar las cotizaciones?  Hoy por hoy, la sanidad y los servicios sociales los seguimos pagando a costa de nuestros ingresos. ¿O no? Es cierto -pero eso ya es otra historia, se llama justicia distributiva-,  que quienes por unas u otras causas no tienen ingresos de ningún tipo, también tienen derecho a la sanidad, y que, probablemente, haya una descompensación en la utilización de estos servicios sociales entre quienes estén más castigados por las enfermedades que entre quienes lo están menos. Y luego estarán los abusos, que como todo lo que en apariencia parece gratuito, puedan hacer  algunos desaprensivos. Y es que, hasta en eso, España es diferente.

Que la seguridad social, como todo lo público, necesita ajustes y control, no es nuevo. No hace falta caerse de un guindo para saber que hay tejemanejes en todos los estamentos donde se mueve un dinero que, hasta ahora, estaba llegando a oleadas. Pero eso no es un tema que incite a la privatización. Yo creo que más bien debería incitar a la honradez de quienes están  tan cerca de la teta que con sólo abrir la boca les chorrea por las comisuras el maná de la abundancia, y de quienes, estando más lejos, tienen  la obligación de ser  honestos en su trabajo.

Es decir, un solo rasero para todas las medidas. Para que, a la pregunta de ¿cuánto gana usted?, se pudiera contestar sin sonrojo, basándose en un ajustado razonamiento de proporciones.