24 dic 2012

Pudo ser Navidad



¿Qué puedo decirte hoy
que no pudiera decirte ayer…?

No era Navidad. O sí, la tarde en la que,
del autocar que trae a los discapacitados del Centro Ocupacional,
bajaron, entre otros, dos de aquellos muchachos.
El primero era grande, como un ailanto viejo;
el otro era un esqueje al hilo de su sombra.
Cruzaban el camino hacia su casa cogidos de la mano.
Alguien, su madre acaso, les grabó la consigna:
no os soltéis. Id despacio. Cuidado en las esquinas…
¡Las madres quieren tanto…!
Ellos, que eran pequeños en el entendimiento,
cumplían el mandato con admirable celo.
¿Quién es el que protege?, me pregunté admirado,
 mientras  aquella imagen se grabó en mi cerebro
como una de esas singulares secuencias
que la vida nos muestra.
Lástima. Aún no era Navidad,
ni estaban las calles iluminadas
para resaltar lo singularmente cotidiano.
O a lo mejor era Navidad en el brillo de sus ojos
y yo no supe ver.
 A lo mejor…
Jerónimo Calero

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