9 nov 2012

Cuestión de identidad


Opinión

Por Jerónimo Calero

Que gobernar debe ser difícil, lo pone de manifiesto el idioma gestual, casi siempre dominado por el subconsciente, los silencios, casi siempre a punto de estallar, el propio enclaustramiento tras  el que el político se parapeta en un intento de salvaguardar las inseguridades a las que se ve abocado cuando las decisiones a tomar son contrarias a lo que sería de desear; la tirantez y el distanciamiento con que se mira a quien se atreve a exponer su opinión si esta  no es coincidente con las directrices que, de alguna manera, se reflejan en las decisiones tomadas.

Pasar de un anonimato más o menos cómodo sobre el que se desliza nuestra vida, a la exposición continuada del personaje público, sometido a todas las críticas- a veces gratuitas, por qué no decirlo-, a tener que contentar a quienes nos han votado y a quienes no lo han hecho; dar el tono a pesar de los propios problemas sin que se note en exceso lo que nos molestan las opiniones de los detractores; perder la identidad  tras la que se escuda nuestra verdadera forma de ser y de actuar, son los costos que no todo el mundo se atreve a pagar y de los que nadie sale indemne.

Porque por mucho que se pretenda seguir siendo uno mismo, por más que uno se refugie en sus acólitos, en los de su propia cuerda, e intente convencerse de que lo que hace es justo, siempre quedará la insatisfacción, la duda,  el fantasma del miedo al morlaco que nos vigila y al que no se le puede perder la cara.

Yo confieso que, de ser  una de esas personas, me costaría trabajo conciliar el sueño. No porque no estuviera convencido de que mis pasos iban bien encaminados, sino porque me pesaría  entender  a quienes demandan otros pasos que no  es políticamente correcto dar y que, por la tanto no daría, salvo que no me importara en exceso el suicido político.

Reconocer que las directrices de partido no siempre son coincidentes con las necesidades de la sociedad, del pueblo llano, de los que intentan llegar a fin de mes  restringiendo casi todo, sería  algo tan digno por parte de los partidistas, como inoportuno para el  partido. Por lo tanto, la tendencia es mirar hacia otro lado y acatar las consignas.

Y así, oigo, con excesiva frecuencia,  una  de esas consignas que parecen estar arraigadas en las directrices de quienes ahora tienen la sartén por el mango: que gobernar un ayuntamiento debe ser como dirigir una empresa. Y existe tal convencimiento en quienes defienden esta teoría, que, o no son empresarios, o no se han detenido a pensar lo que dicen. Para empezar, una empresa, sólo cuenta con los medios que ella misma genera. En época de bonanza todo va más o menos bien, pero si surgen las dificultades, es el propio empresario el que tiene que tomar las medidas, bien sea recortando su sueldo o no cobrándolo, recurriendo al crédito, comprando menos durante una temporada, rebajando precios y beneficios o eliminando gastos más o menos superfluos. El Ayuntamiento, sin embargo, recurre a la subida de tasas e impuestos, sin pararse a pensar, o sí, que quienes pagamos dichos impuestos no somos mera mercancía a la que aplicar subidas. Y equilibran, palabra que también se ha puesto  de moda, sus ingresos y gastos a base de decretos que, como es lógico, siempre ganan con su mayoría. Esto es algo así como tener una vaca y estrujarle las ubres hasta que la leche se convierta en sangre: nos quedaremos sin leche. Y lo que es peor, sin vaca.

Pero para todo hay que valer en la vida. Y en esta que ahora nos ha tocado vivir se necesita personal cualificado en esos menesteres de  equilibrar, pese a quien pese y caiga quien caiga, unas arcas diezmadas, dicen hasta la saciedad, por la ineptitud de sus antecesores, sin que, al parecer, estos equilibrios, tengan que repercutir en sus salarios. Yo creo que, haciendo uso del refranero popular (del pueblo) cabría  decir:”malo era padre, pero falta hacía en casa”, que suele ser lo que se dice cuando las situaciones se vuelven insostenibles.

Resumiendo: “ser o no ser”, que dijo aquel inglés de tan difícil apellido. Por lo que si tienes dudas, o simplemente piensas que con tus decisiones puedes afectar  a quienes no tienen culpa  y por ello te vas a sentir mal, mejor no te metas.

3 comentarios:

  1. Jerónimo, un 10 en tu comentario, es lo que pensamos la mayoría de los manzanareños actualmente.

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  2. Felicidades por tu artículo de opinión, claro y concreto, disculpa mi anonimato, pienso que no te mereces que me dirija a tí anonimamente, si no con nombre y apellidos, pero me acojo a tu misma frase que he copiado a continuación.

    Saludos.

    "cuando las decisiones a tomar son contrarias a lo que sería de desear; la tirantez y el distanciamiento con que se mira a quien se atreve a exponer su opinión si esta no es coincidente con las directrices que, de alguna manera, se reflejan en las decisiones tomadas"

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  3. Estoy de acuerdo con tu opinión. Que difícil tiene que ser hundir a tu pueblo que te voto porque lo que ibas a "salvar" y hacer lo contrario de lo que dijiste, o poder reír cuando otros lloran y poder mirar a otro lado cuando el problema esta enfrente tuyo ... Hay que valer, para todo hay que valer en esta vida.

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