Opinión
Jerónimo Calero
Considero que la política es necesaria, que los políticos (y las políticas) son necesarios, que sin la política y los políticos no habríamos llegado demasiado lejos en materia social o distributiva y que gracias a lo conseguido por quienes han trabajado en favor del pueblo, existe una mayor concienciación social, aunque ahora por las circunstancias por las que atravesamos, lo adquirido en muchos años de democracia, corra serio peligro.
Otra de mis consideraciones, es creer que ya ha transcurrido suficiente tiempo desde nuestra guerra “incivil”, como para que las dos Españas dejen de tirarse al degüello como se demuestra en cada confrontación entre partidarios de distinto signo; y que, aceptando que existan diferencias entre ideologías, éstas no fueran más allá de lo meramente consustancial con los temas a tratar. Basta ya del más eres tú, de echarse la culpa de los males unos a otros, y sobre todo, de destilar ese rencor que, por mucho que se enmascare, salta a la vista.
Me van a permitir que, haciendo un símil con aquel antiguo programa titulado “Si yo fuera presidente”, exponga a continuación una serie de consideraciones entre lo que a mi parecer es y debería ser la relación entre oponentes, que no enemigos. Ni que decir tiene que la primera persona que utilizo para mi exposición es meramente argumental, ya que entre mis pretensiones nunca ha estado la de dedicarme a la política; y que con mis apreciaciones, no me refiero a nadie en particular ya que lo que expongo ha ocurrido siempre, gobernara quien gobernase; y que ya va siendo hora de que cambien los modos a favor de una democracia que -debería- está consolidada:
Una de las razones por las que yo nunca me presentaría para alcalde o para portavoz, que, en el hipotético caso de que militara en algún partido no resultaría difícil porque no es mucha la gente que suele presentarse para este cargo, sería la timidez; me falta carácter para mirar al oponente con la necesaria superioridad; me falta flema para intervenir pasando la apisonadora sobre lo que opina el contrario; me falta confianza para asumir que lo que yo pueda entender como necesario, debe ir a misa a pesar de otros juicios probablemente tan bien argumentados como los propios; me falta disciplina para aceptar consignas que puedan perjudicar a mis paisanos; me falta autoridad para desalojar del pleno a un concejal que se hubiera permitido interrumpirme en el fragor de la dialéctica; me falta estímulo para tomarme tan a pecho un cargo del que puedo ser desbancado con la misma rapidez con la que fui izado. Soy tímido, en definitiva, para ejercer un cargo en el que la primera herramienta que se recibe como símbolo de potestad, es un bastón de mando.
Porque, si yo fuera alcalde, o portavoz, que en el hipotético caso de militar en algún partido no sería difícil (vaya, esto ya lo había dicho), no impondría más criterio que el del consenso; buscaría los medios adecuados para el entendimiento; me dejaría de recriminaciones que sólo conducen al enfrentamiento desabrido; me armaría de la paciencia suficiente para aceptar sin un mal gesto lo que otros pudieran aportar; entendería que la diferencia de votos a mi favor no lleva implícita una patente de corso y que es mucha la gente a la que debería convencer con mi talante; aceptaría que las minorías suelen ser singulares y que casi siempre la singularidad es beneficiosa; velaría por los necesitados; procuraría entender a los que piensan de distinta manera y, sobre todo, ejercería mi cargo desde la humildad y la vocación de servicio.
Con esto, lo único que pretendo demostrar es por qué no me presento para alcalde, que en el hipotético caso de militar en un partido político no sería difícil (vaya…): Porque no creo poseer las condiciones adecuadas para poner en práctica todas esas cualidades a las que aludo en el apartado anterior; porque casi siempre concedo a mis oponentes en cualquier orden de la vida el beneficio de la duda; porque no concibo que si todos los partidos quieren lo mejor para su pueblo no se llegue a ese entendimiento tan necesario y tan simple a la vez; porque sería incapaz de conciliar el sueño si por mis decisiones llevara perjuicio a las familias; porque, sigo considerando, el poder no es ejercicio y el ejercicio no es poder; porque debería saltarme a la torera casi todos mis principios en aras de los finales que alguien me impusiera; y porque, en fin, soy incapaz de comulgar con ruedas de molino.
Está claro. Para todo en la vida hay que valer, bueno, más que valer, hacer creer a los demás que valemos. Aunque, curiosamente, y mientras no se apliquen las teorías del inicio de este comentario, no es la valía lo que se necesita para llegar a situaciones de poder; es más bien la disposición de acatar consignas, de luchar por intereses de partido, de defender unas ideas que a lo mejor llegan trasnochadas, de justificar los daños colaterales como mal menor; de ignorar las individualidades como si no sirvieran para los resultados finales. En resumen, de dejar de ser uno mismo para convertirse en diente de un engranaje cuyo único fin es el sometimiento.
Y miren. No…
¡Qué diferentes serían las cosas si la mayoría de las personas que se meten en la política pensaran así!.
ResponderEliminar¡Qué carreras más buenas han hecho muchos metiéndose en un partido siendo jóvenes!.
¡Qué bien le han venido a muchos meterse en política ya de mayores, subiéndose los sueldos mientras se "sortea" la crisis!
Jerónimo, ¿consenso? ¿entendimiento? ¿servicio?, la prepotencia y la chulería de unos u otros no lo permiten, quizás deberían mirar el diccionario, pero claro esa falta de entendimiento o consenso evitan el servicio porque prima el enriquecimiento económico.
ResponderEliminarHoy en día se dedican demasiados recursos para argumentar que el "otro" está equivocado, Don Jerónimo.
ResponderEliminarEn lugar de buscar soluciones, propuestas, sugerencias y encontrar ese consenso al que usted se refiere, lo que prima actualmente, es convencer a la población de que "el malo" es el otro.
Las fuerzas políticas se alegran de las desgracias de sus oponentes, en lugar de entristecerse y colaborar para que no vuelvan a repetirse. Sin darse cuenta que, lo que es malo para unos, lo es para todos.
No es común aplaudir los aciertos, o agradecer las buenas propuestas. Está claro que si todos esos recursos que se desperdician en desacreditar al oponente, se aplicaran de forma positiva, superaríamos las adversidades con mayor rapidez, y lo que es mejor aún, sin éste pesimismo reinante.
Pero cambiar ésto sólo es posible en las películas de dibujos de Disney.
Estamos hartos de políticos, corrupciones y crisis. Pero no por la cantidad, sino por que no paran de recordárnoslas.
Por desgracia, es en eso en lo que se basa la política actual.
¿Portavoz de algún partido político, Don Jerónimo? Venga, reconózcalo... ¡lo que usted quiere es que le entrevisten los del Intermedio! (Obviamente es broma)
Aunque no siempre esté de acuerdo con sus intervenciones (hoy diría que sí lo estoy), reconozco que me gusta leerlas.
Gracias.
Se podría contratar gestores profesionales con incentivos por objetivos como hacen las grandes empresas y librarnos de políticos. Muchas ciudades en otros países funcionan así, menos gastos en enchufes, mejor servicio. Pero quién le pone el cascabel al gato.
ResponderEliminarOle ahí, con dos cooo...!!! El Estado una empresa, y los ciudadanos ¿qué? ¿mercancía? ¿materia prima? ¿producto?
EliminarLos ciudadanos son los accionistas. No se como cuesta tanto entenderlo.
EliminarNo, si lo entiendo. Como argumento para una peli de ciencia ficción está muy bien.
EliminarHablo a nivel local. Sin perder la democracia, se vota como siempre y los elegidos se encargan de elegir entre los candidatos y contratan al gestor. Mira lo que nos ahorrariamos en sueldos de políticos mediocres y cuanto se reduciría la bronca de izquierdas y derechas. Todas las cuentas claras, auditorías y se puede contratar un experto en gestión para relanzar el pueblo hasta las siguientes elecciones. Otra ventaja es que si sale rana se le puede despedir sin esperar cuatro años.
ResponderEliminarEsto ya no tiene arreglo de verdad cada día se leen cosas donde se pone uno de mas mala leche así es como gestionan nuestro dinero para que se diviertan cuatro sinvergüenzas.
ResponderEliminarCada vez conocemos mas hordas de golfos y a veces un mismo golfo pertenece a distintas manadas; nobleza, clero, burguesía, artesanos, trabajadores de clase pata negra, agiultores. Las tres primeras viven a costa de las otras tres que en teoría son las que pagan impuestos. Y lo bueno es que unos no quieren y otros no pueden cambiar de estamento... VIVA LA EDAD MEDIA Y SUS JORNADAS GASTRONÓMICAS...